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«Y despierta con el canto del gallo»

Unos me dicen que el canto mañanero es el del gallo… otros el de la gallina… Yo creo que es el del gallo, pero me gustaba más como quedaba la gallina en el logo. Así que todo compensado.

De vez en cuando me entran muchas ganas de irme a un pueblo. He vivido dos experiencias en un entorno rural. En 2017 en San Agustín de Guadalix y en 2019 en algún lugar al sur de Arenas de San Pedro, Ávila, carretera de las cuevas del Águila, donde podías estar trabajando y ver el pastor con las cabras por la ventana. Fui muy feliz.

Una de las cosas que me frenan a irme sola por mi cuenta a un pueblo es quizá encontrar poca vida joven. No me creo alguien con necesidades o pensamientos únicos, es más, desde que emprendí que al final te abres al mundo digital conectando con más profesionales, me di cuenta que compartía este anhelo con mucha más gente. Así que me dije que un día crearía una web al respecto y aquí está:

vamonosalpueblo.com: Escapadas rurales para artistas y nómadas digitales.

Te cuento la idea en la siguiente captura. Espero que sea legible también desde el móvil. Si no, este enlace te abrirá la web en una pestaña aparte.

Creo que haber aprendido diseño gráfico como diseño web es como haberme sacado el carnet de conducir. Me da mucha libertad para materializar algunas de mis ideas.

Te cuento que aunque la web está pública, no la he anunciado en ninguna parte porque ahora mismo no tengo tan presente ese sentimiento. Si has llegado hasta aquí es porque o te lo he compartido o me has encontrado por la red.

A veces he pensado que podría dárselo a alguien que pudiera llevarla a cabo. Estaría muy guay.

Me despido con una anécdota bastante graciosa de cuando llegué al campo. En la web hay un vídeo donde puedes ver el entorno en el que viví, para que visualices el entorno.

Este viaje lo realicé acompañada de un amigo y mi gata Duna, que entonces apenas tenía un año y algo.

Al principio estaba muy asustadiza y se pasaba el día en casa, subida en lo más alto que encontraba: el mueble del salón. Poco a poco fue cogiendo confianza e iba saliendo al porche, después al jardín… hasta que un día la vi al otro lado de la valla (no le serían suficientes los 1000m de parcela).

En ese otro lado, había un árbol enorme. Un día la escuchó maullar incesantemente. Se había subido a la copa del árbol y no era capaz de bajar. Yo llevaba ahí como 30 minutos agobiada porque no sabía cómo bajarla.

Pensé que quizá podía llamar a nuestro vecino Mariano, un bombero jubilado (y no sé si me estoy inventando con la emoción de la historia, ex legionario), porque no sería la primera vez que escuchamos la historia de que los bomberos han intervenido en el rescate de un gato en un árbol.

Era medio día. El sol atizaba. El pastor de las cabras que mencionaba más arriba —no recuerdo su nombre—, me llevaba viendo un rato a lo lejos. Era un hombre de avanzada edad, solía vestir una camisa azul a cuadros y siempre olía a buen perfume.

Se me acerca y me dice: «¿Pues qué haces tanto tiempo ahí?».

Le cuento que mi gata se ha subido y no es capaz de bajar, que no sé si llamar a Mariano.

Zanjó rápido la historia: «Me cagüen diez estos de ciudad… muchacha vete a comer que ese gato cuando vuelvas ya está abajo».

No iba a contradecir a la voz de la experiencia. Así que me fui, y tal como me dijo el elegante pastor, cuando regresé después de comer a casa, ya estaba ahí como si nada. Siempre me río cuando recuerdo la forma en la que me soltó eso de «me cagüen diez estos de ciudad»… jajaja.

Por cierto, me fui con una gata, y volví con una estirpe de 3 más. Sus hijas.

Te dejo de nuevo la web vamonosalpueblo.com

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Gemma Sierra