¡Vipassana para todos!

Familia, amig@s,

Después de que mi madre estuviera a punto de llamar a la Guardia Civil creyendo que me había ido a una secta, y los que tras varios días de no conectarme, querían contactar a mi familia para saber si me había pasado algo… os cuento dónde he estado los últimos 12 días.

Desde hace tiempo quería hacer un retiro y aprender a meditar. En Candeleda, cerca de donde estoy viviendo ahora, hay uno de ellos. Aquí imparten Cursos de Vipassana, la técnica de meditación de Buddha. Vipassana significa ver las cosas tal y como son.

Yo no meditaba. Al menos no como he aprendido. De vez en cuando me ponía una meditación guiada en YouTube, que son geniales, pero me faltaba algo.

Mi motivación para aprender a meditar, no era sólo por mejorar mi dominio mental, o encontrar la paz interior, o mitigar el vacío existencial que a veces se presenta… sino porque tengo mucha curiosidad por comprender la vida. Y vale, también experiencias místicas, no te lo voy a negar.

Me apetece compartir lo que aprendí allí y algunos recuerdos bonitos de la convivencia que me llevo.

El retiro

Dura 12 días en total.

10 de esos días, estuve en absoluto silencio (aunque siempre estaba rodeada de gente), meditando 11 horas diarias, más 1 hora extra de enseñanzas.

Ellos se ocuparon de que contara con el mejor entorno posible para meditar: instalaciones limpias, comida deliciosa, eliminar al máximo todo tipo de estímulos externos (al entrar te requisan el móvil; ni si quiera se permite un libro o un cuaderno para escribir).

Todo perfecto para la práctica de meditación, alejado de toda preocupación y distracción.

El arte de vivir

Más allá de adiestrar la mente, enseñan algo más: el arte de vivir.

Te hablan del sufrimiento con el que vivimos. Un mal universal que se reduce al deseo.

El deseo de que las cosas/personas/situaciones sean diferentes de como son. Este deseo infructuoso es incesante. Nos peleamos con la realidad porque debería ser como nosotros creemos que deben ser.

Cada vez que nos angustiamos deseando algo que no se está dando (o se está dando pero desearías que no fuera así), se crea lo que ellos llaman «un nudo mental», básicamente, una tensión interna y la tendencia de reaccionar de una determinada manera, ante determinadas situaciones.

Esta forma de ir por la vida es la que nos ocasiona tanta infelicidad.

Alguien dice algo malo, sin yo decidir, ya he reaccionado con enfado, tristeza o rechazo.
Algo bueno me pasa, sin yo decidir, deseo que dure para siempre.

Vipassana. la técnica de meditación de Buda

Vipassana significa ver las cosas como realmente son. Ver las cosas realmente como son, es observar sin juzgar.

En el curso, nuestro marco de trabajo es el cuerpo.

Las instrucciones son observar la respiración y las sensaciones corporales con la mente atenta y ecuánime.

Atención y ecuanimidad (equilibrio perfecto ante cualquier situación, sea agradable o desagradable), son dos cualidades que entrenamos en el curso, entre otras cualidades como disciplina y perseverancia.

Con este tipo de meditación eliminamos la tensión interna que en muchos casos, se somatizan en dolores y enfermedades.

El mayor momento de pureza que nuestra mente puede alcanzar, se logra cuando está en estado de observación. Únicamente observación. Sin desear ni rechazar lo que está pasando.

Meditar se parece más a OBSERVAR que a dejar la mente en blanco. Observar todo lo que ocurre dentro del cuerpo.

Al principio es titánica la tarea de no dejarse llevar por los pensamientos (y una locura), pero a base de practicar, se van quedando en un segundo plano.

Comprendí que la mente no se puede quedar en blanco. La mente piensa como el corazón late. Pedirle a la mente que deje de pensar es como pedirle al corazón que deje de latir.

Durante la meditación, toda esa negatividad enterrada en el inconsciente, se manifiesta en el cuerpo en forma de dolor u otras sensaciones (como cosquilleo, calor, punciones, etc).

Así que cuando llevaba un rato sentada meditando, al rato aparecía un dolor en la rodilla. Esto que creía que era por estar un buen rato con la misma postura, en realidad es tu cuerpo mostrando tensión acumulada del pasado.

Te explican que las sensaciones surgen y desaparecen. Que tenemos que observar objetivamente y atravesar este fenómeno.

Sólo haciendo esto, penetras en el dolor y lo liberas.

Desde luego hay que verse allí, tantas horas sentado, padeciendo todo tipo de dolores, cuando no es una rodilla, es la espalda, cuando no un pie… pero es alucinante cuando lo logras (aunque no siempre), que te duela una zona y permanezcas sin reaccionar, ni positiva ni negativamente, ni cambiar la postura para aliviarte, y al cabo de un rato, a veces corto, a veces largo, desaparezca. Realmente sentía una liberación momentánea.

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Por tanto, aparece una sensación > observas con atención y ecuanimidad > desaparece la sensación > se libera un nudo mental.

Con este ejercicio, además de purificar la mente de todas la negatividades que hemos creado, empezamos a cambiar el patrón que tenemos de reaccionar.

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Goenka lo define como una operación quirúrgica en la mente. Goenka es el maestro con quien tenemos cita todas las noches a las 19.00h, en la sala de meditación. Es uno de los momentos que más me gustan. Hay momentos que te partes de risa, tanto por las historias para ilustrar una enseñanza, como los comentarios con los que te sientes 100% identificado.

Me encanta también el que dobla la voz al español. Su acento, su entonación y expresiones como «¡Esto es maravilloso!». Os buscaría una audición, pero si pensáis ir, perdería toda la gracia. Así que me voy a contener.

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Un punto a destacar del Vipassana es que únicamente se centra en observar la realidad del cuerpo y la mente, sin alterar nada.

Sin modificar la respiración como crees que deberías respirar, sin mantras, sin recitar palabras, sin movimiento, sin visualizaciones, sin adorar a ningún Dios…

Sólo observar de la realidad del momento. Esto es muchísimo más profundo que lo que estamos acostumbrados a leer sobre meditación. Al menos yo.

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Una definición más completa y exacta la tienes en la web de Dhamma Sacca (el lugar donde yo lo realicé).

Alrededores de Dhamma Sacca. Candeleda. Ávila.

Un día en el retiro de Dhamma Sacca

El día empezaba a las 4am y finalizaba a las 21pm. Hacíamos tres comidas vegetarianas: desayuno, comida y merienda, seguidas de un descanso. Después de cada comida solía darme un rico paseo, aprovechando las vistas al Almanzor. El resto de las horas estaban destinadas a la meditación.

He hecho un horario para que se vea claro 🙂

Horario del día

Creando las buenas condiciones para la meditación

El código de conducta

Para llevar la práctica en las mejores condiciones posibles, teníamos un Código de Conducta, que consistía en:

Los cinco preceptos de la conducta ética o cumplir Sila: abstenerse de matar, abstenerse de robar, abstenerse de mentir, abstenerse de conductas sexuales inadecuadas y abstenerse de consumir sustancias intoxicantes.

Noble Silencio. Permanecer callados durante los 10 días del curso (hablamos el primero y el último, estamos 12 días en total allí). Si habláramos, surgirían nuevas ideas, más comidilla para la mente. También podemos incumplir sila, mintiendo, exagerando, etc.

Evitar el contacto físico y visual directo. 

Vestimenta discreta, cómoda, que no sea excesivamente ajustada o llamativa.

No hacer ejercicios o movimientos que puedan distraer a los compis.

Separación de hombres y mujeres. La distribución de los espacios están diseñados para mantener mujeres y hombres separados. Sólo coincidíamos en la sala de meditación y accedíamos a nuestro área por nuestra puerta correspondiente.

Todo este tinglado de la conducta y los estímulos externos se mantienen a ralla para favorecer la concentración.

Cuando el objetivo de adiestrar la mente te lo tomas en serio, no te extraña la idea de que haya gente que se marche a una cueva.

Conforme pasan los días, te sientes cada vez más calmado. Estamos a dieta de estímulos, sin móvil, sin hablar, sin mucho que ver, sin libros, sin si quiera un cuaderno para escribir… esto facilita mucho la tarea.

El gong que marcaba el inicio y final de las meditaciones.

El dharma (dhamma). El Karma (kamma)

Me llevo más vocabulario en sánscrito (y pali) 😌. Me encanta cómo suenan y ubicar un poco más estos conceptos, que andaba perdida a pesar de leer de vez en cuando sobre estas cosas.

Dharma es ley y se refiere a las leyes de la naturaleza.
Una de ellas es el famoso karma, la ley de que toda acción tiene una consecuencia.

Dharma también significa enseñanzas.

Entre esas enseñanzas están tres características de la vida: sufrimiento, impermanencia y ausencia de ego?

¿¿Whaaatttt??

Sufrimiento

Hace años, en uno de esos tantos test de personalidad que hice, ya me dieron el aviso de mi tendencia hedonista, evitando el dolor o enmascarándolo con mi fuente inagotable de positivismo, apuntándome a un curso nuevo o vivir una nueva experiencia… cada vez que estaba en una situación que me dolía. En concreto, en el eneagrama de personalidad, me sugería que en esas situaciones de dolor no saliera huyendo en busca de una distracción, sino que lo sintiera profundamente. Se quedó en eso: teoría.

Cuando llegué al retiro, no sabía que trabajaría este aspecto. Sólo sabía que estaría en silencio y aprendería a meditar.

Así que sin quererlo, me vi aprendiendo una nueva forma de relacionarme con el dolor: sin moverme y en silencio.

Como dije, allí la Vida se reduce al marco de nuestro cuerpo. Por lo que en este contexto, se traducía en no reaccionar de inmediato cambiándome de postura, cuando sentía un dolor en alguna zona del cuerpo.

Sólo quedarme ahí hasta que desaparezca. Algunos tardarán más que otros… pero desaparecerá. Y lo hace.

Lo que nos hila a otra característica. La impermanencia.

La impermanencia. Anicca, anicca, anicca.

Otra característica de la vida con la que mejorar nuestra relación. Lo vemos todo tan sólido… tan para siempre… hasta que un día recibimos una noticia que nos despierta, y sentimos que durante todo este tiempo hemos estado distraídos. Es una sensación extraña, y siempre nos proponemos apreciar más las pequeñas cosas. Hasta que de nuevo, caemos en la rutina y lo olvidamos. Es aquí donde veo la importancia de la meditación diaria.

Todo cambia. Todo es impermanente (anicca).

«Todo tiene la característica de surgir y desaparecer. Permaneced desarrollando la sabiduría de la comprensión a nivel de la experiencia. Con esta comprensión de anicca, mantened el perfecto equilibrio de la mente, una ecuanimidad perfecta. Por más agradable que sea una sensación no reaccionéis con deseo. Por más desagradable que sea una sensación, no reaccionéis con aversión, odio. Cada sensación que experimentéis, debería ayudaros a desarrollar la facultad de la ecuanimidad. Ecuanimidad. Permaneced conscientes de las verdaderas sensaciones en el cuerpo y ecuánimes con la comprensión de anicca. – Extracto de una meditación Vipassana para desarrollar la comprensión y ecuanimidad sobre la naturaleza impermanente de la vida».

Comprensión. Experiencia. Surgir y desaparecer.

Nos han dicho que todo lo que vemos, en realidad son partículas subatómicas vibrando. Que aparecen y desaparecen.

Mis sentidos y capacidad de percepción me devuelve una realidad sólida. Al meditar, si mi grado de percepción llegara al grado de refinamiento mental de Buda, en lugar de saberlo por los libros, podría decirlo por mi propia experiencia, como hizo él hace más de 2.000 años.

¿Cómo es posible que de unas partículas, pasemos a contarnos tantas historias ilusorias?

Me parece increíble de que todo esto sea una ilusión. De que no hay nada sólido ni permanente a lo que agarrarnos.

La ausencia de Ego

Está trilladísimo esto del Ego, pero es increíble esos pequeños momentos en los que parece que dejo de ser algo concreto.

Muchas veces cierro los ojos e intento definir quién soy. Entonces lo primero que se me viene son rasgos de personalidad. Con cualquier rasgo que se me venga, me doy cuenta que ni siquiera soy siempre así, ni tampoco en todas las situaciones, entonces ¿quién soy realmente?

Me quedo contemplando.

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Ausencia de ego. El personaje que nos creemos, el «yo», o lo que considero «mío», es ilusión. De nuevo, todo se reduce a partículas subatómicas vibrando.

Según el momento en el que me encuentre, esto me parece una rallada porque no lo comprendo o me parece fascinante.

Sentir la energía

Yo no he logrado sentir ese famoso flujo de energía por todo el cuerpo que se menciona en estos cursos.

Insisten que tampoco es la meta.

He podido sentir algo parecido por partes, o en un lado del cuerpo, un brazo, o al irme a dormir sentir un máximo relax. Si me lo imagino, lo imagino como el llegar a sentir cómo corre la sangre por las venas.

Sé que es posible. Es llegar a un estado de gran calma, observación y concentración, para percibir estas sensaciones tan tan sutiles.

Este esfuerzo que hacía para también sentirlo, me recordaba a como cuando visito un bosque. Escucho un píopío bonito e intento afinar el oído como enfocar la vista para localizar el pájaro. Como no estoy acostumbrada a ver follaje sino ladrillos, de primeras veo todo igual, lleno de ramas y hojas verdes. Si sigo intentándolo, voy afinando todos los sentidos, hasta que por fin puedo distinguir con claridad las formas y colores, e identificar el pájaro… En meditación, de momento, ahí sigo: sintiendo más las sensaciones burdas que las sutiles.

Sea como sea, sí me gustaría sentir ese famoso flujo de energía. Seguiremos practicando.

Tampoco he llegado al Nirvana

El famoso Nirvana, la Liberación. La Iluminación. Un estado más allá de la mente y la materia para el que se requiere desarrollar una gran comprensión, no sólo intelectual sino experiencial.

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Desarrollar la Sabiduría (además de un estado de paz interior permanente) es de lo que más me motiva. Saber que con nuestra mente podemos conocer el Universo, de experimentar la Realidad por mí misma.

Que 2.500 años atrás, entre otros iluminados, Buddha describa que la mente y la materia está compuesta de unidades muy muy pequeñas (kalapas, átomos) y que en un segundo aparecen y desaparecen un trillón de veces, sólo entrenando la mente y la observación, me parece increíble. ¡Ojo! ¡2.500 años antes!

En occidente hemos llegado a la misma conclusión, por medio de aparatos, hace sólo unos pocos años.

La estructura del curso

Cuando aprendí lo que allí aprendí, me di cuenta que a todo lo anterior no lo podía llamar meditación. Conocí tres prácticas, enseñadas en este orden:

Anapana. Observar la respiración (1º práctica)

Los primeros días comenzamos por observar la respiración en el triángulo formado entre las fosas nasales y la línea superior del labio. El acotar la zona sirve como preparativo para ir entrenando y afinando la concentración.

La respiración además está ligada a la mente. Si estás enfadado, es más rápida. Si estás relajado, es más suave.

Empiezas también a conocer la naturaleza de tu mente, continuamente saltando de un pensamiento a otro. Del pasado. Del futuro. Muchos no tienen nada que ver entre sí. Yo volvía a la respiración y a los tres segundos ya me había vuelto a ir. Es una locura y desesperante. Pero como te explican que es normal y nos pasa a todos, pues me lo tomaba de otra manera.  Me decía que a eso había venido, a aprender a adiestrar la mente. Con los días, aunque no siempre desaparecen los pensamientos, se quedan en un segundo plano o no te das cuenta de que están ahí.

Vipassana. Observar la Realidad con una mente Ecuánime (2º Práctica)

Dos o tres días después, de observar la respiración pasamos a recorrer las sensaciones de nuestro cuerpo de la cabeza a los pies y de los pies a la cabeza con mucha Atención.

Instrucciones: observar con objetividad, sin reaccionar ante lo agradable o desagradable (ecuanimidad), y apreciando su naturaleza impermanente, es decir, toda sensación aparece y desaparece.

Con los días, de forma natural, ya eres capaz de mantener la concentración más tiempo, incluso te das cuenta de que bajas la respiración para sentir aun más lo que sea que se pueda manifestar en la piel.

Hay todo tipo de sensaciones, calor, frío, cosquilleo, dolor, zonas en blanco… Dolor y zonas en blanco (ausentes de sensaciones) son las que más he vivido, con cosquilleos agradables puntuales.

Como ponía tanto empeño en sentir, no sentía nada. Hay dos profesores (un hombre y una mujer) que en meditaciones puntuales, hacen una especie de revisión para resolver dudas de uno en uno. Les pregunté al respecto.

La instructora, me indicó que a todas las sensaciones hay que darles la misma importancia. Que en todo el cuerpo hay sensaciones y lo que parecen zonas blanco (ausentes de sensación), son tan sutiles las sensaciones que no soy capaz de percibirlas conscientemente aún.
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Explican que el dolor está en la mente. A nivel atómico, donde hay dolor, no son más que partículas en su cualidad más sólida. Alucinante.

Lo que sí he experimentado han sido momentos de profundo equilibrio interior o absoluta quietud.
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Lo siguiente es muy gracioso.

Goenkaji ya sabía que iríamos buscando algo más especial, sensaciones especiales, agradables, extraordinarias… y entonces lo único que te encuentras son sensaciones burdas. Toscas. Dolor. Incomodidad. O ni si quiera sentir. ¡Vaya!.

Yo iba con la idea de que como había leído ya cosas… tendría grandes revelaciones o sentiría cosas muy especiales. Ando lejos de esa realidad. Sin equilibrio mental no se perciben las sensaciones más sutiles.
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En general, la mayor parte del tiempo me sentía muy bien. Salía satisfecha de muchas meditaciones donde a pesar del dolor mantenía un actitud ecuánime. De hecho, aquella comprensión sobre el dolor hacía que lo sintiera como tal, simplemente una zona muy pesada. Densa. Y sonreía.

Sentía que quería compartir todo lo aprendido y que esto se lo iba a recomendar a todo el mundo porque es fabuloso tener todas las facilidades que te dan para que tú sólo te centres en la meditación.
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También tuve momentos de frustración cuando no era capaz de controlar la mente.

Al final del 8º día hubo lágrimas. Hasta entonces me mantenía inmóvil la mayoría de las meditaciones, hasta el punto que me dijeron cuando acabamos que yo esto lo había hecho más veces.

Este día fue bastante retador. Me costaba concentrarme. Estaba muy inquieta mental y físicamente.

Llegaron las 6 de la tarde, hora de la meditación Adhitanna. Nueva oportunidad. Me mentalizo de que esta vez sí me mantendré inmóvil, con firme determinación. No pude. Tenía un intenso e insoportable dolor en la espalda. Sentí que había retrocedido. Además, aunque días anteriores había aceptado que mi realidad era esa, zonas de dolor y zonas en blanco en general, y que ya llegarían (o no) otras sensaciones más sutiles, ese día, alguna parte de mí sentía que se acababa el curso y no había tenido nada especial.

Forzarme a aguantar el dolor a ese nivel fue perder la meditación y la ecuanimidad. Quería aguantar hasta las lágrimas y tampoco fui capaz. Me rendí. Lloré y me relajé. Volví a sentir que todo era perfecto tal y como era.

¿Qué crees que me llevé de ahí? Cuántas veces fuerzas algo sin sentido alguno y lo mejor que puedes hacer es dejarlo estar, sintiendo lo que sea que sientas en ese momento.

Ecuanimidad

El summum de las cualidades. Contaba antes que continuamente reaccionamos ante las vicisitudes de la vida con deseo o aversión. En el retiro, las vicisitudes de la vida son las sensaciones de nuestro cuerpo.

Nos dan instrucciones de permanecer ecuánimes ante cualquier tipo de sensación, agradable o desagradable. (Fíjate qué entrenamiento para cuando saliéramos ahí fuera).

Las agradables deseamos que se queden siempre, nos apegamos a ellas.
Las dolorosas las rechazamos, deseamos que desaparezcan.

El trabajo aquí es evitar esas reacciones de deseo/rechazo y mantenerse ecuánime.

Este es el propósito: la ecuanimidad, no las sensaciones agradables ni la percepción del flujo de energía por todo el cuerpo. Aunque la realidad es, que en parte, hay una expectativa generalizada de sentir ese flujo y cuando alguien te dice que lo ha sentido y tú no… te puedes imaginar el efecto.

Aún así, si cuando salgas tampoco sentiste el flujo como yo, comprobarás que lo que te llevas es mucho más grande que sentir unos segundos o unos minutos, una sensación agradable. Has comenzado a cambiar tu patrón de reaccionar automáticamente como lo solías hacer ante ciertos acontecimientos y te sientes más en paz, pase lo que pase, dentro y fuera de tu cuerpo.

Existe una metáfora sobre el arte de vivir: la vida como un río. Una cosa es ser arrastrado por el río y otra es estar sentado en la orilla y observar el río. En general, vivimos dentro del río. Arrastrados por el río. Mafalda diría: «Para mundo, que yo me bajo».

Tuve miedo algunos momentos porque pensaba que esto me restaría color y sabor de la vida. Como si fuera a perder intensidad de vivir a full cualquier experiencia.

Y qué va… la realidad es que vas a sentirlo más si cabe, pero sin apego. Sin miedo a que la vida cambie. Es una paz más duradera, sin esos picos de máxima felicidad o infelicidad. Como si hubiera más espacio y tiempo para sentir lo que sea que haya en ese momento a sentir.

Hay una metáfora de ello. Algo como que pueden haber momentos felices o infelices (olas) en la superficie de la vida, pero debajo de esta, hay un estado perenne de paz (océano).

Se trata sólo de Contemplar.

Metta-Bhavana. Meditación de amor benevolente (3º Práctica)

Al finalizar la meditación estás impregnado de buenas sensaciones; del estado de relax en el que se encuentra cuerpo y mente.

La tercera práctica es que con los ojos cerrados aún, compartas este estado con todos los seres. Qué bonito, ¿verdad?. Al final te sale sólo, te encuentras tan bien que deseas que los demás se sientan como tú en ese momento.

Esto abre mucho el corazón. Te vuelves más compasivo y tolerante con los demás. Te hace mejor persona. Alguien que está bien por dentro, actúa bien, por tanto, alguien que actúa mal, es que no está bien por dentro. Como es dentro, es fuera.

Para cerrar la meditación, dedicas unos agradecimientos a las enseñanzas, a todos tus maestros y a Goenkaji.

Cambiar el hábito de reaccionar

Esto me gusta.

No tenemos control sobre el mundo exterior.

Tampoco podemos poner candados a los sentidos para que no entren las imágenes, las palabras, las sensaciones… pero podemos trabajar sobre el hábito de reaccionar.

Esto es lo que aprendemos y experimentamos. Por un lado tenemos los pensamientos y emociones que aparecen en la mente; por otro lado, la respiración y las sensaciones. Ambas son las caras de una misma moneda. Siempre leo dos veces esta última frase.

Cómo me manejaré con este aprendizaje y cómo lo practicaré fuera en el día a día

El primer paso es estar consciente a las sensaciones.

Observar con objetividad. Las sensaciones son una herramienta. Explican que es nuestro contacto directo con lo que está surgiendo en el inconsciente.

Por tanto, mi nuevo patrón será tender a observar de forma consciente las sensaciones del cuerpo, sin reprimir ni dar rienda suelta a la reacción. Atravesar la realidad tal y como es. Y paciencia. Paciencia y persistencia porque en un cabreo, todo va muy rápido y sin darme cuenta, ¡pam! sankhara (reacción).

El segundo paso es ser ecuánime pase lo que pase, porque todo pasa.

Todo cambia. Dicen que cuando no se crea reacción, se crea sabiduría.

Ya lo dice el refranero popular: «No hay mal que cien años dure». Nada es para siempre.

Mi nuevo patrón será contemplar sin dejarme arrastrar por las historias. Acordarme de la ecuanimidad y aplicarla.

Dana. Donar

Antes de ir creía que estaría en un espacio bastante austero y que incluso, quizá pasaría incomodidades. Por supuesto que ello no me iba a impedir aprender y vivir la experiencia.

Pues nada más lejos de la realidad. Instalaciones de 10. Servidores de 10. Alrededores preciosos que inspiraban buenos paseos con el Almanzor de fondo. Comida de 10. Bendito gomasio, una mezcla de sésamo tostado y sal que era una delicia. No hay alimento, ni dulce ni amargo, que no le fuera bien un poco de gomasio, jeje. Si sólo pudiera convencerte con un argumento, se llamaría gomasio 😀

Fuera bromas… A todo eso le añades la vivencia y enseñanzas, y el valor se vuelve incalculable. Pues ¿sabes qué? Todo esto fue posible gracias a las donaciones de anteriores alumnos. Esta filosofía es muy bonita. Contribuye con lo que puedas para ayudar a otros a que asistan y aprendan/vivan lo mismo.

¡Que todos los seres sean felices!.

Desde luego se hace poco todo lo que pueda dar. Cuando avanzan los días, y no sé quién de vosotros me estará leyendo en este momento pero puedo esperar algún chiste 😉 te llenas de mucho amor, de gratitud y de muchas ganas de dar y ayudar a los demás.

Ojo, también han habido varios momentos de sentirme perdida. Me preguntaba: «Pero ¿qué he venido a hacer aquí?».

Esa pregunta me la he hecho innumerables veces, no sólo en ese contexto del retiro.

Cuando tras mucho mucho pensar y salir de mi ombligo, de MI preocupación para ser feliz, concluía que SERVIR a los demás. Pues ¿qué otra cosa puedo hacer en la vida? Ayudar con lo que sea, con lo que sepa, con lo que tenga… En el trabajo o fuera de él.

Todo lo que tengo es todo lo que doy.

Así me vino. Sin leerlo en ningún libro. Inmediatamente me hace sentir más aliviada.

Estos días en el retiro me han vuelto a recordar ese sentimiento y lo han multiplicado. Ayudémonos más unos a otros y hagámonos la vida más fácil entre todos.

Espera ¿y el Yoga?

No lo he escuchado ni una sola vez allí, pero antes de ir al retiro estuve leyendo sobre ello y me pareció muy interesante, así que aprovecho para contarlo aquí.

Comúnmente atribuimos la palabra yoga a la práctica de las posturas. Esto es Hatha Yoga, y además de ése, hay Yoga de muchos tipos. Yoga de la respiración (pranayama), Yoga de la devoción (bhakti), yoga de la alimentación, yoga de la acción (karma), yoga del conocimiento (jnana), yoga de la meditación, mantra yoga, etc… todos son caminos para alcanzar la unión (definición de Yoga). La unión del alma individual con el alma universal.

Eso suena algo más místico o al menos lo asociamos a una religión o filosofía… Realmente si se profundiza más en ello de místico no hay nada.

Aun así, en Vipassana, S. N. Goenka indica que el sufrimiento, la enfermedad, etc. son universales y que por tanto los medios para su cura han de ser universales. Es por ello que emplea únicamente la observación de la respiración y las sensaciones, sin palabras ni asociaciones con otros elementos que puedan atribuirse a sectas o religiones. La respiración y las sensaciones son universales para todos.

De todas maneras, el Yoga es otro camino a la Liberación. Todas las prácticas yóguicas que he mencionado, son prácticas psicofísicas que ayudan a refinar la mente y el cuerpo para captar igualmente las realidades más sutiles. Como consecuencia, nos ayuda a mejorar la salud, concentración, relajación, etc. Esta comprensión, para mí, le da más profundidad a todas estas técnicas que en occidente asociamos a un simple ejercicio físico para ser más flexibles.

¡QUE TODOS LOS SERES SEAN FELICES, SE LLENEN DE PAZ Y SE LIBEREN! ;*

Llegó el final. El último día rompimos el silencio y fue fantástico hablar con las compañeras de habitación. Les tenía cariño desde el primer día y ese cariño especial fue creciendo al compartir toda la experiencia sin hablar una palabra. Desde aquí les mando un abrazo enorme.

Momentos que recuerdo con cariño

El gong y el paseo a las 4,30am de la habitación a la sala de meditación. Totalmente de noche, con la luz de la luna y el frescor de la madrugada.

El momento del aseo, juntándonos tantas mujeres en el baño, sin pronunciar una palabra. Fijarme en lo coquetas que somos, con más o menos productos, con nuestro neceser, cada una con sus rutinas.

El cariño que coges a la compañeras de habitación, sin hablar. Son mi nueva familia. También las compañeras de enfrente, detrás, izquierda y derecha en la sala de meditación.

Los cánticos de Goenka. Al principio me parecía como estar fuera de España. Después tuve alguna ocasión que me parecía desagradable porque no acababa nunca, en especial la que marcaba el final de la primera meditación del día. Después se transformó en algo entrañable con la sensación de ser bendecida y estar protegida. Me emocionaba muchísimo. Las meditaciones comenzaban con unas breves instrucciones y acababan con estos cánticos de bendición. Tras varias horas meditando, a veces muy cansada, sin saber cuánto quedaba para acabar un bloque, llegaba a apreciar esa leve inhalación justo antes de que emitiera el primer sonido. Sentía un gran alivio y muchísima satisfacción, sobre todo si me había mantenido en firme determinación. No era la única. Se escuchaban los suspiros de alivio, los cambios de postura como el estirar de las piernas por fin, y las sonrisas de gozo. Jajaja. En serio, a veces parecía interminable. Otras sentía que era una de las mejores decisiones que había tomado en la mi vida. Esto último lo sigo pensando.

El sonido de las tripas hambrientas de los demás. La mía incluída.

La pronunciación de «Buddha». Con gran ímpetu en la «B» y en la «d».

El concepto Sankhara (reacción). Nos ha traído muchas risas tanto a solas como después, compartiendo con los demás. Surgía un mal pensamiento y “¡Ay! ya estoy generando shankara otra vez». Entrábamos en bucle, jajaja. Tenías una reacción de aversión, y luego reaccionabas con aversión a ese pensamiento de aversión… Un compi de Vipassana me contó que se le venía la canción de «Shankara sobre Shankara…» Ya sabes, como el villancico, jajaja.

Las meditaciones. El pasar de los días. Estar en el mundo y a la vez, fuera de él.

El par de moscas. Parecía que no había nadie más en la sala. A veces buscaba el lado positivo, como por ejemplo, ya que no solía sentir nada, ellas me aportaban una sutil sensación de cosquilleo con sus patitas. En otras ocasiones fueron grandes maestras que me demostraban que podía mantener la paciencia, la ecuanimidad y una concentración imperturbable.

El desapego de las buenas meditaciones. Creer que le has cogido el punto y la siguiente ser un desastre. Creer que ya tienes «tu postura» sentada y la siguiente, no puedes soportarla ni dos minutos.

El azul de los cojines de meditación. Por cierto, sólo usé el cojín de base que facilitan y una manta doblada para apoyar el coxis (más abajo verás una foto). También podían verse verdaderos tronos hechos de cojines pequeños (no recuerdo el nombre, ¿zafu?). Yo no cogí ninguno no por dura, que también, sino por no necesitar nada accesorio para poder practicarlo siempre en cualquier momento.

Las instrucciones primero en inglés y después en español. Y conceptos inolvidables repetidos hasta la saciedad como «from the top of the head, top of the head», «perfect ecuanimity», «gross sensation», «yyyooogguiiiii», «anicca, anicca» y más que ahora no recuerdo, pero que eran entrañables.

Las miradas de agradecimiento. Aunque no puedes hacer contacto visual, a veces es inevitable como cuando te sostienen la puerta para que pases o te dejan paso para servirte la comida. Diriges una mirada de agradecimiento.

Pequeños detalles que me hacían sonreír el corazón. Un día se agotaron los tenedores y se los pedí a una voluntaria. Seguí la cola para servirme la comida. Al rato, una compi vino desde atrás a traerme un tenedor cuando rellenaron el cubilete. Recuerdo la amabilidad con la que me lo entregó y la mirada de sus ojos azules. Esto que parece una chorrada para mí fue un momento súper bonito.

Los desayunos. De entre todas las opciones, yo me servía un tazón calentito de porridge de avena con yogur, miel, un trozo mantequilla y por supuesto, gomasio. De los mejores momentos del día. Después teníamos un rato de descanso, que me metía de nuevo en la cama.

Las comidas. Increíbles. Deliciosas.

Las meriendas. Que son la cena a las 17.00pm, no tanto. Eran muy ligeras: dos piezas de fruta y ya hasta el día siguiente nada. Aunque he de reconocer que me sentía muy liviana en general y esto ayudaba a meditar.

La bandeja del gomasio, las pipas y las semillas… y mis juicios. Esta bandeja estaba disponible para todas por la mañana y al medio día. Por la tarde, estaba en otra mesita apartada sólo para aquellas con dietas especiales. El cartel ponía esta indicación bien clara, pero yo veía que muchas se servían. Una de las voluntarias iba cambiando de ángulo el cartelito y le notaba cierta indignación porque no eran pocas las que paraban a servirse de la bandeja. Por dentro me preguntaba si es que no lo veían o no lo querían ver. Que vaya morro. Como las que cogían más de dos frutas, cuando ponía claramente «coger dos frutas».

La fruta de la mañana y «obsérvate a ti la primera». Entonces tras acabar el Vipassana, yo, que cogía fruta de vez en cuando por las mañanas, a los días me di cuenta de que había un cartel bien hermoso que decía «sólo estudiantes antiguos». ¡Zas!

La noche del susto «¡Ay!». Dormimos seis por habitación, en literas enormes y confortables. A mí me tocó en la parte de arriba. Una noche medio soñando, abro los ojos y me asusto porque no me esperaba el techo tan cerca. Creía que me iban a aplastar. Entonces se me escapa un grito —¡Ay!— a lo que otra súper seguido responde —¿Quééé?—. Completamente oscuras, nos empezamos todas a reír. Jajaja.

Jehovana. La que respondió «qué». Una canaria que atrapa la mirada. Su pelo largo. Rizado. Mechas californianas. Alta. Desprendía gracia y me encantaba cómo vestía siempre. Estábamos en la misma habitación y también a mi derecha en la sala de meditaciones. Si tardaba en venir a cualquiera de los sitios, le echaba en falta. Si le sentía inquieta en la meditación, imaginaba que le mandaba ánimo y fuerza, como también, cuando ella mantenía la postura y yo era la inquieta, sentirla así me ayudaba. Le cogí mucho mucho cariño. Un día en el desayuno me dejó con disimulo un puñado de frutos secos (no se permite comida de fuera), en una servilleta. Son pequeñas cosas pero que allí, que no tienes nada, se hacen muy grandes. El primer día que pudimos hablar, nos encontramos en el paseo del bosque. Nos detuvimos una frente a la otra: «Tía, estoy deseando darte un abrazo», me dijo. «¡¡¡Y yo!!!» le respondí. Pero no podíamos tener aún contacto físico. Nos habíamos hecho igual de importantes la una para la otra, sin haber hablado nunca antes.

La agenda perdida o lo que nunca sabré. El último día hicimos un grupete algunas de la habitación y otras que coincidíamos en el baño. Nos echamos buenas risas y conectamos un montón. Así que una de ellas anotó en un cuaderno nuestros nombres y teléfonos para crear un grupo de whatsapp. Pocos grupos de whatsapp me entusiasmaban tanto como ese. No cogí ni el teléfono de Jehovana porque todas cogeríamos nuestros teléfonos una vez creado el grupo. Han pasado meses y a día de hoy, no se ha creado el grupo. ¿Escribí mal el teléfono? ¿Olvidaría o perdería la agenda? Sólo tenía el teléfono de otra compi de habitación que no venía en nuestro grupo. La escribí al tiempo, comentando que estaba intentando localizar a Jehovana. Y me pasó otro contacto de otra habitación, pero tampoco dio resultado. Si lees esto, y conoces una Jehovana canaria, que alquila en Airbnb un apartamento, sería súper especial recuperar la amistad.

La llamada de atención. Un medio día que había hecho más calor de lo habitual, me di una ducha y me puse el pijama para una pequeña siesta: pantalón corto y camiseta corta. Estamos en mayo. Se supone que este no es el código pero no saliendo del edificio, tiene un pase. Como era medio día y generalmente no había gente alrededor, salí distrangis a tender la toalla del pelo para secarla al sol. Me cazaron y obviamente me llamaron la atención. Este pequeño incidente se me repetía una y otra vez en la meditación de la tarde: «qué boba he sido… tampoco era para tanto, no había nadie… no te machaques, no ha sido malintencionado y no lo volverás a repetir… y vuelta al comienzo. Cómo es la mente ¿verdad?

El reubicador de insectos. Yo no me había leído lo de la manga corta y llevaba algunas prendas con el hombro descubierto, así que todos los días iba con un fular para cubrirlos. Al entrar al edificio donde estaba mi habitación, se me coló una avispa en él. Una compañera alarmada, intentaba decirme algo sin hablar que yo no entendía; otra me tiró el fular al suelo y la misma fue a por el reubicador: un vaso grande transparente con una tapa echa de un papel plastificado para sacar fuera cualquier ser vivo. No se puede hacer daño a ningún ser, incumpliríamos sila. También fue otro absurdo momento de revuelo en el hall, de conexión y risas.

El Almanzor de fondo.

Los paseos cada día. En un bosque con tanto encanto que parecía de cuento.

El cartel que informaba muy seriamente sobre la presencia de garrapatas. Cubrirse correctamente y revisarse a menudo. ¡Qué yuyu! Afortunadamente no vi ninguna.

Los caminos de hormigas. De nuevo mis juicios cuando observaba compañeras que pasaban por encima sin mirar, las pisaba y deshacía su camino. Hubo una chica que se paraba a señalizarlo con palitos.

El silencio. La diversidad de pájaros cantando de fondo.

El último día. Hablando con todo el mundo y las sensaciones compartidas después de una GRAN EXPERIENCIA e INOLVIDABLE.

Te animo a que vayas. Contarte que observaba la respiración o las sensaciones del cuerpo from the top of the head, no es suficiente para ponerte manos a la obra por tu cuenta. Tienen que enseñarte la técnica allí y vivirlo, porque es M A R A V I L L O S O.

La sala de meditación, Izquierda hombres. Derecha mujeres. Foto de https://sacca.dhamma.org/es/.

6 comentarios

  1. Ya me conoces, y sabes que soy el más excéptico entre los excépticos.
    Pero gracias por compartir tu experiencia en este retiro, de una forma tan intensa y profunda. Tan inteligente y sensible. Tan entusiasta y contagiosa.
    Para tí ha sido una vivencia extraordinaria, y desde luego poco importa lo que podamos pensar los demás, sin conocimiento ni causa.
    Se felíz, vive felíz.
    Un beso enorme, enana.
    Fer

  2. Hola Gemma. Cuánto tiempo. Me ha gustado mucho este post, aunque he de admitir que se me ha hecho un poco largo, pero entiendo que tenías muchísimo que compartir.

    Respeto mucho tu experiencia. Espero estés bien. Un abrazo.
    Cristian

    1. ¡¡Cristian!! ¡¡Pero bueno qué sorpresa!! Jajaja… sí, es verdad que me quedó un poco largo. Te agradezco mucho que lo hayas leído y sobre todo que me hayas dejado un comentario. Me hace mucha ilusión. Hablamos pronto para que me cuentes qué tal todo. Un abrazo.

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Gemma Sierra