A mis abuelas
Son cuentos de viejas.
Son cuentos de reviejas.
De las que guardan mondas de mandarinas en el mandil.
Manos pálidas, finas y arrugadas.
Manos sabias que huelen a naranjas.
Ríen con huecos entre los dientes,
como entre sus palabras,
pero ellas se entienden.
Visten negro, combinan marrones.
Medias que ahogan las rodillas, rechonchas,
que cubren artrosis y otros dolores.
Boca de finos labios y arrugados,
absorbidos,
como el agujero de una aceituna deshuesada.
Ojines, sojines,
miradas cristalinas, acuosas.
Piel ted, que conquista con años
las esferas de sus cuencas, que atrapan la ternura.
Cabello blanco, plateado.
Llevan el color de la luna en su pelo.
Grandes senos, sí, enormes y caídos,
como bolsas que crecen al guardar tanto cariño.
Cada una su silla consigo como su costilla,
como su verruga, que no oruga.
Orejas rajadas, peso de pendientes,
sencillas joyas, antes con…
y a veces sin brillantes.
Y decidme, donde estáis.
Y decidme, que estáis haciendo ahora.
Para vosotras. Mis abuelas.
Gemma Sierra